Domingo, 27 Noviembre 2022 09:13

El barrio de la Medalla Milagrosa prepara su fiesta

CON UN ALMUERZO COMUNITARIO Y POR LA TARDE NOCHE SANTA MISA

Domingo, 27 de noviembre de 2022

Itá Ibaté, desde muy temprano el cocinero Chindo Acosta prendió fuego para preparar el almuerzo comunitario, pata de muslo con ensalada, para compartir con la comunidad del barrio. Cerrando la Jornada por la tarde noche la Santa Misa presidida por el padre Cristian.

 

La historia de la Medalla Milagrosa: de las apariciones a la novena

La Medalla Milagrosa, símbolo de devoción y fe, de las gracias infinitas que la Virgen María otorga a sus hijos. Un signo de esperanza y amor.

La Medalla Milagrosa es un símbolo de devoción y amor reconocido por la Iglesia Católica, apoyo para aquellos que buscan la gracia, para aquellos que enfrentan un momento particularmente difícil en sus vidas o, simplemente, para aquellos que desean recordar cada día que no están solos, que tienen una Madre infinitamente buena y amorosa que los apoya y los soporta.

 

 

El Catolicismo reconoce la posibilidad de que algunos hombres y mujeres particularmente merecedores, a lo largo de los siglos, hayan recibido la visita de Jesús, la Virgen María o un Santo o Santo en particular. Con motivo de estas visitas, estos hombres habrían recibido mensajes, revelaciones, incluso órdenes, dirigidos al bien de ellos y de toda la comunidad cristiana. La naturaleza misma de la religión católica, profundamente centrada en una dimensión interna de oración y meditación personal, nos hace comprender cuán importante es la presencia de ‘signos’ visibles, a veces incluso tangibles.

Aunque el espíritu sigue siendo el canal de comunicación privilegiado para el diálogo del hombre con Dios, sin embargo, la naturaleza carnal y material del ser humano exige, de vez en cuando, la manifestación de Su presencia en un plano de existencia que sea más agradable para él. Con motivo de las apariciones, el amor de Dios se hace visible, se convierte en carne, presencia, en una experiencia mística que trasciende toda comprensión y distorsiona a aquellos que la viven de manera completa, irremediable.

 

 

 La historia de la Medalla Milagrosa (o medalla de Nuestra Señora de las Gracias, o medalla de la Inmaculada) también está relacionada con este tipo de experiencia. Este objeto de veneración, con un poderoso simbolismo, capaz de curaciones inesperadas y actos prodigiosos, proviene de una aparición, de un momento de amor divino hecho carne y luz, del encuentro entre una novicia joven y humilde de apenas veinticuatro años y la Virgen María. En una conversación nocturna que duró horas, hecha no solamente de palabras, sino de miradas, gestos, manifestaciones de afecto y devoción y una esperanza vibrante.

Porque las apariciones de María, en particular, son consideradas por la Iglesia como intervenciones de una Madre amorosa hacia sus hijos, un gesto de misericordia y afecto por parte de quien, tan cerca de Dios, no olvida a todos los que viven las preocupaciones de la vida terrenal, demasiado frágiles, demasiado débiles para poder hacer frente a los problemas, a las desgracias, a las interminables pruebas que la vida les presenta. Así, de vez en cuando, María desciende para recordar a quienes creen y confían en ella, su compromiso, su voluntad de ayudar a los hombres y mujeres en su viaje diario, de apoyarlos, defendiendo siempre y en todo caso su causa ante los ojos del Padre.

Así fue para la Virgen de la Medalla Milagrosa, que el 27 de noviembre de 1830 apareció a Santa Catalina Labouré, una joven novicia en el convento de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en la rue du Bac n. 140, París.

 

 

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