Todos los conocíamos, porque eran de la familia grande de Itá Ibaté, con ellos nos encontrábamos en la calle, en la plaza, en los negocios, con ellos charlábamos, con ellos crecimos junto en éste, nuestro pueblo y compartimos tantas cosas.

Quién no conoció a doña Eva, a Rosa, a Ramón y al tan popular “escopetita”, nuestro muy querido Agustín. A todos los ha querido Dios tener junto a Él. Me uno a pedido de todo el pueblo de Itá Ibaté y pido a nuestro Señor, los tenga en su Santa Gloria.

A sus familiares y amigos, les hago llegar mis condolencias, los acompaño en este momento tan triste y de tanto dolor y los animo, queridos amigo, a la cristiana resignación, teniendo la plena confianza de que ellos ya gozan de la vida eterna y seguramente, no lo duden, ya están pidiendo a Dios por todos nosotros.

 

Al pueblo de Itá Ibaté los exhorto a seguir cuidándonos, a respetar los protocolos establecidos, ya que están hechos pensados en nosotros, para protegernos, para preservarnos de esta enfermedad silenciosa y tan peligrosa. Tan impredecible que no tiene en cuenta edades ni condiciones sociales y nosotros lo hemos visto en los medios de comunicación como en nuestra propia comunidad. Por eso queridos itaibateños, los animo a cuidarse y cuidar a los demás, lo que es tan simple de hacer y consiste únicamente en respetar los protocolos de salud, el uso de barbijos, el distanciamiento social, no compartir el mate, el lavado frecuente de manos, el uso del alcohol en gel, estas simples medidas que ya las conocemos de memoria, sólo hay que practicarlo, a consciencia. Dios mediante pronto saldremos de todo esto, pero sólo lo lograremos respetando nuestra vida y la de los demás