Con presencia del vicegobernador de la provincia Pedro Braillard Poccard, intendente anfitrión Jorge Meza, vice Intendente Alejandro Sonza, diputado nacional Manuel Aguirre, diputada provincial Ana María Pereyra, demás autoridades provinciales, intendentes, de Ituzaingó Juan Pablo Valdés, de Berón de Astrada Graciela González, de San Luis del Palmar Reni Buján, Carlos Cabrera de Palmar Grande. Autoridades locales y policiales

Hoy celebramos la fiesta patronal de Nuestra Señora del Rosario, cuyo origen se debe a Fray Ignacio Lezcano, quien llegó a esta zona en el año 1743 y construyó una capilla con la limosna de la gente.

Luego, la jurisdicción de esa capilla fue elevada a curato y puesta bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario en el año 1764. En nuestra región y ya con anterioridad en la ciudad de Corrientes y en el país, esta advocación lleva su nombre a muchas ciudades, pueblos, templos, calles Etc.

Recordaremos también que la denominación Caá Catí en doma guaraní significa hierba de intenso aroma. Esperemos que ese aroma intenso sea el agradable perfume de las buenas costumbres y obras que practica esta querida comunidad parroquial.

No es una mera curiosidad histórica hacer referencia a los orígenes de nuestra historia. Si fuera solo eso, no tendría mayor transcendencia y menos aún alguna incidencia práctica en nuestra vida. Sin embargo, sabemos la importancia que tiene para una persona o para una comunidad saber de dónde viene, quienes fueron los que le han dado vida y para qué lo hicieron.

 

 

La fiesta patronal es una providencial ocasión mirar hacia atrás y agradecer, mirar el presente y renovarnos interiormente, y mirar hacia adelante con esperanza a pesar de las adversidades.

Si miramos hacia atrás en nuestra historia, nos damos cuenta de que no estamos solos, a lo largo de más de cuatro siglos, nos acompaña la Virgen Madre con su hijo en brazos, que nos anima a seguir caminando y creyendo para no desfallecer en el camino, a pesar de tantas adversidades por las que hemos atravesado y continua agobiándonos actualmente.

Así como préstamos atención a las señales que nos orientan en el camino, los invito a que nos detengamos a ver los dos signos que acompañan la imagen de nuestra patrona: el niño que sostiene en sus brazos y el rosario que entrelaza sus manos. Ese niño es Dios y su nombre es Jesús, el Cristo, el verbo hecho carne en el seno purísimo de la Virgen. Así lo hemos oído proclamar en el evangelio (Lc 1,26-38) de hoy cuando el Ángel del señor le anunció a María: “Concebirás y darás a luz un hijo al que le pondrás el nombre de Jesús. Este será grande, será llamado hijo del altísimo y su reina no tendrá fin”. Ella sorprendida y perpleja, no se dejó llevar por la confusión, sino que confió plenamente y dejó que el Espíritu Santo actuara libremente en ella.

La obra que realizó María en el Espíritu Santo está contenida en el Rosario. En los misterios del rosario contemplamos los momentos más importantes de la vida de Jesús, de su Madre. Esa contemplación nos ayuda a comprender que, así como sucedió en la vida de ellos, sucede también en la nuestra, compuesta de alegrías, de dolores y esperanzas.

Así aprendemos a no desesperarnos ante las desgracias y aflicciones, sino que seguimos confiando en Dios, porque sabemos que jamás abandona al que se acoge a él. Durante la pandemia, el Papa Francisco invitaba a rezar el rosario, porque “contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, no unirá todavía más con la familia espiritual y nos ayudará a superar esta prueba”.

Si bien el rosario es una devoción mariana, sin embargo, el centro de esa oración es el Niño que vemos en la imagen de Nuestra Señora del Rosario. Ella nos hace comprender que a Dios se lo puede “ver, oír y tocar”, que no es alguien distante e indiferente de los que nos sucede en la vida de todos los días, y que siempre tiene una palabra de aliento y esperanza para cada uno.

Por eso, el rosario es esa oración sencilla, llamada también la biblia de los pobres, o el Evangelio de los humildes, que nos pone el centro a aquel que María sostiene en sus brazos para que, como ella, también para nosotros Jesús sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos y de nuestras acciones.

Y así como para la Virgen María el Espíritu Santo le fue dando a entender que sucedía con ella, cuál fue la nueva presencia que se gestaba en su seno y cuál era el nombre que le tenía que poner, también a la iglesia y cada bautizado, es el Espíritu Santo quien nos hace conocer a Jesús, amarlo y daros fortaleza para ser sus testigos con nuestro comportamiento. Como sabemos la iglesia nace en Pentecostés, con los Apóstoles unidos en oración con algunas mujeres, entre las que se encontraba también la Madre de Jesús, como lo hemos escuchado en la lectura de los Hechos de los Apóstoles (1,12-14).

Agradezcamos de corazón que podamos celebrar la fiesta patronal de Nuestra Señora del Rosario, y pongamos una atención especial en cuidar la preciosa herencia de fe que hemos recibido y que está profundamente arraigada en las raíces de nuestra identidad.

Conservemos el rezo del Santo Rosario, como lo recomiendan vivamente los papas en los últimos siglos. En esa humilde y sencilla oración, pidamos por nuestro pueblo, nuestra provincia, nuestra patria y por sus gobernantes, supliquemos el don de la fraternidad y la paz.

Pero sobre todo, imploremos la gracia de ser testigos de nuestra vida de aquello que creemos y predicamos. La coherencia de nuestra vida es un don de Dios y se lo suplicamos humildemente a nuestra patrona, Nuestra Señora del Rosario, ruega por nosotros. Amén.

Galería de imágenes en facebook:  El Obispo de Corrientes presidió la fiesta patronal de la Virgen