Jueves, 04 Mayo 2023 18:45

"Cuando celebramos la cruz, es recordar el amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros"

EXPRESÓ EL MONSEÑOR JOSÉ ADOLFO LARREGAIN

Jueves, 4 de mayo de 2023

Cuando celebramos la cruz, es recordar el amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros, expresó en su homilía el Monseñor José Adolfo Larregain, este miércoles en Palmar Grande en la fiesta de la Cruz José de Los milagros.

 

La tradición de venerar la Cruz José de Los Milagros para la comunidad de Palmar Grande comienza con la fama del madero milagroso después de la muerte de José que vivió en una estancia vecina de Palmar Grande, fue uno de los sobrevivientes de la batalla de los Vences.

 

 

El intendente Carlos Cabrera, presidió la fiesta patronal, acompañado de su vice Darío Gómez, por la parte eclesiástica el Obispo auxiliar de Corrientes Monseñor José Adolfo Larregain, acompañado de los sacerdotes Eduardo Romero y José Vidal.

Participaron de la fiesta el Diputado Nacional Manuel Aguirre, la intendente de Lomas de Vallejos, Marisa Roxana Chejovick, de Caá Cati Jorge Meza, el ex intendente de la localidad Sandro Jabier Pérez y demás autoridades locales.

 

Finalizado la Santa Misa, la Cruz José de los Milagros recorrió las calles del pueblo en procesión, luego se sirvió un almuerzo en la parroquia, por la tarde desfile de gauchos y guianas a caballos, culminando con un festival bailable totalmente gratis

 

HISTORIA DE LA CRUZ JOSE DE LOS MILAGROS DE PALMAR GRANDE

Fuente: Miguel Torres

El relato popular cuenta que el Patrono del pueblo de Palmar Grande surge luego de desarrollarse una de las batallas más sangrientas de la provincia de Corrientes, como lo fuera la batalla de Vences (muy cerca de la nuestra localidad) oportunidad que según dice la historia solamente hubo dos sobrevivientes. Uno de ellos se dirige hacia aquí, hacia un campo vecino de Palmar Grande, allá por el año 1847.

El dueño de "La Estancia" (así se llamaba el establecimiento) lo protege y junto a otros lugareños lo curan de sus heridas y el hombre se aquerencia, pasando a desarrollar las tareas de campo en la estancia como forma de agradecimiento por fortalecer su salud. Hombre tosco, fornido y bien criollo se llamaba José, otra cosa ni dato, se sabía de él. El haber estado en la batalla como soldado era lo que todos admiraban y el haber sobrevivido de esa sangrienta batalla que terminó con más de 200 degollados una dolorosa y cruenta tarde del 27 de noviembre.

Los días pasaron y José resultó ser un hombre sano, virtuoso y muy trabajador, conocía el campo como el propio dueño y se quedó a vivir allí, varios años haciendo las veces de capataz de campo y hasta que un día muere, como José no tenía familiares, al menos nunca se supo de dónde provenía, donde había nacido o a que familia pertenecía, al morir lo sepultan en un sector del campo. No tuvo la suerte de tener cristiana sepultura. Pero los lugareños sabían dónde estaba enterrado y como no tenía cruz alguna lo llamaba el José sin cruz.

 

 

Cierto día el dueño del establecimiento había notado la falta de una boyada de unas 20 yuntas, cabe aclarar que una yunta de buey era considerado como un tractor de nuestros tiempos y si hablamos de 20 era un verdadero capital de trabajo que había desaparecido de la estancia.

El dueño decide conformar una partida con sus mejores hombres en busca de la boyada. A más días menos esperanzas tenían de poder encontrar la boyada. Nada de rastros, ni una pisada, el campo sin huellas de los animales que como por arte de magia desaparecieron de la vista de todos

Cada tarde volvía de su tediosa tarea que pasó a ser una obsesión develar el misterioso caso y siempre lo hacía pasando por el sector donde estaban sepultados los restos de José. Hasta que un día se queda sentado y habla a la tumba de José, su capataz. Le reza un bendito y se encomienda a Dios pidiendo que lo ayudara a encontrar lo perdido prometiendo una cruz hecha del mejor poste del rodeo si sucediera el milagro.

Tan solo una tarde pasó para que el dueño pudiera encontrar la boyada entera, completa y sin ningún faltante en el mismo lugar donde siempre dormían. Por arte de magia o quizás por un verdadero milagro la boyada apareció.

El dueño del campo brindo un agasajo a toda la peonada por los trabajos realizados. Hubo baile y asado, una gran fiesta porque el milagro ocurrió y por supuesto como todo buen cristiano se acordó de su promesa.

Hizo cortar el árbol de los más antiguos y con el corazón del madero le construyó la cruz a su José milagroso. Cumplió lo prometido cuando había dicho que con el mejor poste del rodeo iba estar fabricada la cruz de José.

A partir de allí los milagros se sucedieron y todos conocían y veneraban al curuzú, madero milagroso de José. Cada aniversario del acontecimiento se realizaba una fiesta entre los lugareños y la fama del madero milagroso se diseminaba por toda la zona del interior correntino.

La gente tomaba parte del madero para usarlo como talismán de la buena fortuna y desastillaban el madero hasta hoy en día se puede ver el detalle de las marcas que dejaban en la cruz...

 

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